1.12.11

Estoy cansado, estoy realmente agotado. Si se quiere ir, ¿por qué no se va ya? ¡Que se vaya lejos! Me repele verla con sus encantos y su charla enredadora en la mesa de al lado. ¿Estará borracha? Seguro está borracha. Me siento como presa que la araña tiene inmóvil en su tela pero no se quiere comer. Olvidado, atrapado, impotente. Estoy subyugado por el hartazgo y por este juego en el que siempre nos enganchamos en la madrugada. De haberlo sabido no me habría tomado ese último mojito que me está sulfurando en la sangre y haciendo que ahora me desfilen los demonios infernalizándome la fiesta. Llegados a este punto ya puedo saber cómo va esto y no tengo energía ni voluntad para cambiarlo un ápice: Pronto con el alba vendrán también los diablos viejos con todo su pasado y toda su culpa y todo su echar en falta. Me sacarán los ojos y jugarán con ellos dejándome ciego, perdido y sin otra salida que buscar alivio en la soledad de las calles asquerosas. Entonces tendré que dejarla aquí a merced de estos toros que la mirarán con lascivia repugnante y se la llevarán a su mundo bestial... de nuevo.