21.12.11

No es que no lo amara, al contrario, lo amé con locura. Lo amé como se ama a las nubes pequeñas que se han extraviado del rebaño y son arrastradas por el viento a ningún lugar. Y fuimos felices, aunque también infelices, como supongo que le pasa a todo el mundo. Yo quise llenar su vacío poniendo en él cada gota y residuo de mi amor hasta quedar exprimida y famélica. Desde entonces cada beso que me daba, cada palabra dulce, no me llegaba a ningún sitio, sólo resonaba con su eco en mi vacío. Me convertí en una vasija de barro falsa en la que nada entraba pero de la que todo salía casi compulsivamente. Así estuvimos hasta que tuve que quebrarme, romperme para volver a rehacerme trozo a trozo y desde el polvo pero en otro molde, ya lejos de él.