5.11.11

¡Era ella! La vio a la distancia con su cabello suelto entre la multitud; casi podía oler el shampoo de manzanilla y romero en el aire. Juraría que era ella, caminando con paso decidido hacia el metro.
Se abrió paso entre la gente con prisa para encontrarla, tocarle el hombro y sonreírle agitado por la carrera. Se perdió entre abrigos, barrigas y espaldas sudorosas.¿Donde estaba? Dos vueltas más y no la halló. Despareció del metro, de la calle, de la acera. La buscó de nuevo con mirada aguda de predador. Ella no estaba. Como estrella fugaz se había esfumado sin rastro aparente dejándole sólo una respiración prominente, la sensación de haberse aferrado a su estela inutilmente, y la duda: ¿Era ella?