17.11.11

Era ese día de invierno en que escribí poesía con mi lengua sobre la tuya, en que creí que eras la mismísima Afrodita nacida de la espuma marina para mí, en que tuviste frío y te apoyaste en mi hombro y yo me puse contento, en que te cogí la mano y te llevé a mi casa y te metí en mi cama y te lavé como los gatos todo el cuerpo y me dijiste el secreto ese flojito y yo no te entendí nada, en que nos reímos y bebimos sólo café y cantamos un Caetano destemplado, en que te acurrucaste en mi pecho y yo sentí que eras Eva y que pertenecías entre mis costillas, en que se me escapó una lágrima de verte dormida, en que me desvelé con la taquicardia, en que te quise tanto-tanto que habría podido morirme y decidí que dejaría que me mataras, que me mataras, que me mataras de amor o de desamor, pero para siempre.