20.11.11

No me puedo beber tu recuerdo. El vodka no borró tu nombre; el Advil no quita estos dolores. La alfombra olorosa a noche y tabaco sostiene la resaca que me martilla la conciencia. La cagué; ya lo sé que la he cagado. Siento el corazón podrido por desuso, bombeando exangüe pasajes coagulados de todas las decisiones erradas que tomé contigo. La primera de todas: entrar en tu mundo como el perro que soy a rascarme la sarna contra ti creyendo que tu cuidado estaba ahí para aliviar mi malestar desesperante.
Si pudiera ahora bajo el don de la ebriedad volver a vivir mi historia contigo, si tuviera otra oportunidad, entendería que no, que eres divina como la luna halógena, y te adoraría con la sangre que me queda.